Por Dr. Armando Daniel Lovera Mandujano

Sólo se vive una vez, y jamás volverás a ser tan joven como en el momento en que te encuentras leyendo este texto.
La aseveración suena lógica, sin embargo, muy rara vez valoramos este hecho de forma consciente.
Con esta premisa podemos descubrir que para realizar cualquier actividad, para trabajar en nuestros sueños y atrevernos a realizar metas o retos personales el mejor tiempo es ahora; de forma tal que si nos equivocamos, siempre podemos aprender y con eso llevar más allá nuestra experiencia y conocimiento, y de primera mano, conocer cómo no actuar, dados los resultados obtenidos. Independientemente de la actividad, siempre se puede uno divertir o aprovechar el intervalo para tomar decisiones aventuradas que quizá jamás habríamos pensado elegir. Siempre se puede ser feliz.
De suerte tal que, hagamos lo que hagamos, o dejemos de hacer, siempre se toman decisiones, todo el tiempo, hay elecciones que a veces parecen no ser las correctas, mientras que hay algunas que sin duda se ven fatalmente certeras. Sobra decir que no todo es lo que parece y que muchas veces, el destino juega un chascarrillo y torna la historia en cuestión con un radical giro de 180 grados.
Ahora bien, ¿por qué tomamos ciertas decisiones?, todo se resume en lo que creemos correcto, en lo que nuestro sistema individual y colectivo de creencias rigen e indican como el “deber hacer y deber ser”; sin embargo, y de forma muy personal, estoy totalmente convencido de que la mayoría de las decisiones y elecciones del día a día están a favor de lo que nos hace “felices” o de lo que creemos que a nuestros seres amados llena de “felicidad”.
Para indagar un tanto profundamente en la felicidad, primero habrá que definirla. La felicidad, según la Real academia de la lengua española, se define como: 1. Estado de grata satisfacción espiritual y física. 2. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. 3. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Se puede apreciar que la felicidad cuenta con un componente emocional, y es por ello que se busca constantemente, pero más que buscarlo, hay que trabajar en pulir dicha emoción y estado espiritual. La felicidad es momentánea, y para existir debe uno de conocer a su alter ego, la tristeza, la infelicidad.
En todos los entornos debe existir un desbalance que tienda al equilibrio, dicho de otra forma, ya muy médica, una homeostasis. En este caso, hablando exclusivamente sobre la felicidad, ahondemos un poco en los componentes bioquímicos que entran en juego, los neurotransmisores, sustancias que transmiten mensajes neurobioquímicos entre el cerebro, la médula espinal, nervios, y demás órganos y sistemas complejos.
Pero quiero recalcar que no sólo el mensajero es importante, sino quien lo produce, a partir de qué estímulos, y a dónde llega, y no sólo eso… quién lo recibe, por qué puerta entra y qué respuestas desencadena. ¿De entrada ya bastante complejo, cierto?

Empecemos por Dopamina, neurotransmisor relacionado con placer, la satisfacción y la felicidad, así también interviene en la regulación del tono vascular y coordinación motora, y no sólo eso, sino que se encuentra en gran medida en la motivación personal hacia ciertas actividades y deseos, además de influir en la personalidad.
Entra en juego la Serotonina, neurotransmisor modulador del ánimo, y de muchas otras cuestiones, responsable de generar una sensación de bienestar, optimismo, buen humor y empatía. Pero si no la segregamos de forma adecuada, se activa todo lo contrario; todo lo que nos pone “tristes”, inhibe la producción de serotonina, y hace que el sentimiento sea desagradable y un tanto frío.
Ahora bien, GABA (ácido gamma aminobutírico), contrarregula la producción de neurotransmisores excitantes que nos llevan al estrés. Debemos de agradecer de cierta forma a GABA el poder dormir en calma, descansar, concentrarnos, estar en paz, poder tranquilizarnos.
Mencionado lo anterior, una gran tarea individual y colectiva es aprender a modular nuestra producción de neurotransmisores y cuanto más, mejor. Conocernos a nosotros mismos y lograr estimular nuestra felicidad. Bailar, reír, ejercitarse, cantar, disfrutar del arte, entregarnos a nuestra más amada música, contemplar las olas del mar, ensimismarnos con el fuego, soñar en grande, reconocer una cualidad propia, el sexo placentero, sensaciones deliciosas como anotar un punto en nuestro deporte favorito, sacar una buena nota escolar, convivir con nuestros seres amados, tener algún logro, agradecer y darnos cuenta de lo maravillosa que es la vida… En fin, todas las situaciones anteriores, desenlazan una producción de felicidad.
De forma breve, y por favor, haz más de eso que te “haga feliz”, o dicho de otra forma, que te ayude a modular tus neurotransmisores, y que te produzcan endorfinas, para que así se logre con mayor facilidad la felicidad y se haga costumbre; además, no estaría mal disminuir los casos de estrés, enojo, irritabilidad y actitudes groseras de forma explosiva en el mundo.
Todos nuestros neurotransmisores se producen en equilibrio para que nuestro organismo funcione sano y armónico. Nuestro trabajo es aprender a utilizarlos adecuadamente, reconocerlos y activarlos según sea la situación del momento. Y no es que estar en estrés sea algo adverso, simplemente puede salvar vidas y puede hacerte ganar campeonatos, también puede hacerte actuar de forma urgente para ayudar al prójimo, sólo hay que reconocer cuándo es mejor desencadenar nuestros impulsos.
A mayor felicidad y pensamientos positivos, agradables, más síntesis de serotonina, dopamina y endorfinas y como consecuencia más pensamientos agradables. Evolutivamente contamos con un cerebro con gran plasticidad neuronal, moldeable, educable, condicionable. Poseemos de forma natural sustancias adecuadas y necesarias para ser felices, nosotros mismos podemos generar la felicidad. Podemos crear el hábito de sintetizar y liberar neurotransmisores positivos diariamente y de forma constante atrevernos a ser más felices, hasta que algún día lo logremos casi sin darnos cuenta.
No cabe duda que en la vida existen situaciones favorables y otras no tanto, pero es prudente tener presente que somos responsables de cómo respondemos ante los estímulos externos. Recuerda que tienes todo para ser feliz, atrévete a buscar dentro de ti, mereces ser tu mejor versión.
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