“Primero están mis hijos, sobre mi bienestar”, “Si mis hijos están bien, no importa cómo esté yo”, y frases similares tan comunes entre los padres y que han pasado de generaciones en generaciones como la piedra angular que nos da la certeza de que somos buenos padres han sido realmente el caldo de cultivo para que nuestros hijos se enfermen.

ERIKA RIVERO ALMAZÁN / Directora General de Revista Más Sana
La psicóloga sistémica Gabriela Fabre Montalvo, nos dio en una entrevista una luz muy distinta en la forma de crianza de nuestros hijos, sobre todo en lo que respecta a la cultura latinoamericana de cómo ser buenos padres y madres.
El hecho de que ponga en mis hijos en primer lugar, incluso a toda la familia en primer lugar, y me ponga a mí en último, es el primer error que cometemos quienes somos cabeza de familia.
¿Por qué?
Según la psicología sistémica familiar, los niños aprenden del ejemplo, antes que nada.
Por tanto, una madre o un padre feliz, realizado, sana, contento, seguro, es el avance a la primera puerta segura de bienestar y salud que atravesará nuestro hijo; y lo hará junto con nosotros.
En cambio, si los pequeños ven todos los días a una madre o padre frustrado, cansado, molesto, triste o enfermo, esa será la primera puerta que atravesará nuestro hijo, a lado de su padre.
Porque tanto la enfermedad como el bienestar son globales: afectan a todo el mecanismo que compone la vida de cada persona: lo nutre o lo destruye.
Así de elemental y básica es la postura de la psicología sistémica.
Los mecanismos de imitación son reales y definitivos.
También hay frases clásicas que engloban este principio: “el ejemplo arrastra”.
Hoy; en un mundo en donde la salud cobra un sentido tan importante tras la lección de vida de la pandemia, habrá que valorar con igual magnitud la salud mental y emocional que tengamos como papás.
Recordemos que la salud también es global: cuerpo, mente y emoción.
Gabriela Fabre destaca otra advertencia vital para evitar que nuestros hijos se enfermen:
No le hace daño a nuestro hijo nada: que lo dejemos encargado para ir a trabajar todas las tardes, que lo dejemos sin suéter una tarde de lluvia, que lo apapachemos demás unos días, que los regañemos de más otros… lo que hace enfermar a nuestros hijos es que no nos coloquemos como sus padres felices, en paz, realizados, redescubriéndonos todos los días, construyendo en otros, equilibrados y seguros para tomar decisiones.
Incluso, es válido cometer errores ante nuestros hijos: aceptarlos para componerlos, así como estar tristes y aceptar ese sentimiento para buscar nuevamente la paz: eso también lo imitarán.
Primero estás tú, como madre o padre, fuerte y seguro, realizado y feliz, porque después, a unos cuantos pasos de ti, estará tu hijo… imitándote.
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