Por Alejandro Jodorowsky
Para hablar con un preso no le ofrezcas resistencia: entra en su celda, transfórmate en espejo.
Deja que se vea en ti, porque él nunca se ve, refugiado en el ayer, comiendo siempre el mismo trozo de pan,
bebiendo el mismo trago de agua, llamando caricia al arañazo, rumiando el placer de la insatisfacción.

¿Se enquista, se disfraza, huye, se disimula entre las sillas? ¿Insulta, amenaza, patea el aire?
Tú hazte reflejo, eco, sombra, busca el resquicio, introdúcete como un ladrón, ayúdalo a ver los muros que lo encierran, invítalo a derribarlos, borra de su mente las ideas tatuadas, dale el deseo de vivir lo suyo y no lo impuesto.
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