
Different types of snacks, chips, nuts and popcorn in still life
Pongamos atención y observemos a nuestros hijos, para ayudar o evitar problemas crónicos que pueden tener desenlaces fatales. Cuanto antes se detecten, mejor.
Lulú Farrera
Directora de Salud Integral Inteligente (SII)
Tel. 2942676, Cel. 22 21 258627
lulufarrera16@yahoo.com.mx
Todo padre quiere lo mejor para sus hijos, pero al no contar con la información adecuada, de una manera consciente o inconsciente, podemos dañarlos; y uno de los problemas más frecuentes que se pueden presentar en estas relaciones tóxicas parentales son los trastornos alimenticios (psicopatía alimentaria). Aunque también existen factores sociales (escuela, medios de comunicación, grupos de amigos, etc.) que influyen negativamente en los niños y adolescentes, son los padres quienes cargan la mayor responsabilidad a raíz de la enorme influencia que naturalmente tienen sobre sus hijos. El principal síntoma de los chicos que sufren de este trastorno es la preocupación excesiva de sus padres por el peso, la figura y la ingesta de alimentos, al grado que la afectación en el plano físico muy pronto se trastoca el plano emocional: baja autoestima, desanimo, falta de interés en participar actividades nuevas, disminución en su rendimiento escolar, aislamiento y depresión, que lo lleva a perder el sentido de la realidad. De ahí que muchos jóvenes se sometan a dietas o ejercicios excesivos que ponen en riesgo su vida.
Trastornos de alimentación frecuentes
Anorexia nerviosa: Miedo intenso a ser obeso. Se detecta cuando la persona baja en poco tiempo hasta el 15% de su peso corporal.
Bulimia nerviosa: Tendencia a comer demasiado para después purgarse o vomitar todo. Generalmente está cerca de su peso corporal, por lo que es menos reconocible.
Comer compulsivamente: Ingesta desproporcionada de alimentos como forma de compensarse anímicamente. Literalmente se “comen sus emociones”. Las consecuencias son obesidad, diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas.
Ortorexia: Obsesión por lo que la persona considera una «buena alimentación» y que, por el contrario, lo lleva a evitar grasas, proteínas y vitaminas básicas para el organismo. Paradójicamente su afán por «comer sano» lo lleva a una mala nutrición, anemias, etc.
Vigorexia: Adicción al ejercicio a la que se suma una visión distorsionada de sí mismos, al verse débiles y enclenques.
Perarexia: La persona cree que todo lo que se ingiere engorda, por lo que desarrolla obsesión por las calorías. .
Seudorexia o pica: Deseo irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas como yeso, gis, algodón, ceniza, etc.
Potomanía: Compulsión por beber gran cantidad de líquido, más de 4 litros al día, para obtener sensación de placer y saciedad.
Drunkorexia o ebriorexia: Restricción alimenticia para compensar el consumo de calorías que proporcionan las bebidas alcohólicas.
Sadorexia: Se conoce como trastorno de la dieta del dolor. Va acompañado por bulimia y anorexia pero con episodios de maltrato corporal y dietas masoquistas.
Síndrome del comedor nocturno: Se consume en la noche más del 25% del total de las calorías requeridas.
Pregorexia: Aparece en mujeres embarazadas a las que les horroriza engordar. Suelen hacer dietas e inducir al vómito durante la gestación, lo que es muy peligroso para madre e hijo.
Cómo detectar el trastorno en tus hijos
¿Su hija(o) cambia su estado de ánimo cuando está frente a un plato de comida?
¿Niega sentarse a la mesa con toda la familia en los horarios habituales?
¿Ha perdido peso en los últimos meses?
¿Ha tenido cambios de peso significativos?
¿Ha tenido irregularidades en la menstruación, incluyendo la ausencia del periodo menstrual?
¿Va frecuentemente al baño después de comer?
¿Se consumen más alimentos de lo normal y le falta comida del refrigerador?
¿Era buena alumna(o) y últimamente ha bajado su rendimiento?
¿Ha descuidado su aspecto físico?
¿Va al gimnasio de manera obsesiva?
Si tienes sospechas de que tu hijo tiene un trastorno alimenticio no te asustes ni te mortifiques cuestionándote en qué has fallado como padre. Mantén la calma pues las actitudes y decisiones que se adopten a partir de ahora son muy importantes. Las amenazas no sirven de nada pero tampoco consentirle demasiado ni tratarle como un bebé. Lo que tienes que hacer es tranquilizarle y recordarle que vas a estar a su lado en todo momento. Es un problema que se puede solucionar y lo van a hacer juntos, el cual se pueden controlar de forma adecuada mediante terapias multidisciplinarias incluyendo nutriólogos, psicólogos, psiquiatras, etc. No somos perfectos, y si te reconoces como un padre tóxico, lo más sano es aceptar y reconocer esta situación, así como cambiar comportamientos y actitudes.
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