Por Èrika Rivero Almazán / Periodista y Directora Revistas Más Sana
¿Cuáles son los pensamientos más recurrentes que tienes cuando te enfocas en tu situación económica?, ¿cuáles son las palabras que utilizas como común denominador cuando hablas sobre tu dinero? Son dos preguntas porque son dos procesos distintos, que se entrelazan.
El primero responde a la programación que tenemos de nuestras finanzas, por eso el pensamiento parecería instintivo: es lo primero que se nos viene a la mente. El segundo, son las palabras a las que recurres para describir ese pensamiento.
Entonces, cuando piensas en tus finanzas ¿eres de lo que utiliza como común denominador el «no tengo, no hay, se acaba, apenas y alcanza, esto no va a cambiar, está muy difícil, se me va a terminar»?
¿O de los que creen que el dinero es sucio, traicionero y escaso?
¿Te son familiares estos términos?
Cuidado. Porque existe un tercer proceso que viene detrás del pensamiento y de las palabras que decimos: el sentir.
Es lógico que después de pensar y decir, “sientas” que el dinero es escaso, y por eso, desde la punta del cabello a la punta del pie te sentirás pobre: el sentimiento que me inunda cuando abro mi cartera y no hay dinero, es de pobreza.

Y sentirse así cada vez que recuerdo mi situación económica, por un día, una semana, un mes, 3 meses, medio año o más, es una huella que no se disolverá en la arena del mar: se fijará en el concreto del pavimento.
De ahí la importancia de observar a nuestra mente, cuidar nuestras palabras y reflexionar los sentimientos que albergamos cuando pensamos en el dinero. Las palabras que utilizamos a diario son la construcción de nuestra realidad inmediata o a corto plazo.
No se trata de la gastada «ley de la atracción», tan manoseada y poco entendida. No hablamos de que eres un imán y «atraes», por azar, cuánta cosa pasa por tu camino.
Se trata de la construcción consciente de la realidad a través de los pensamientos, los cuales podemos detectar sus características fácilmente a partir de la observación de las palabras que usamos.
Y es aquí en donde debemos de tener mucho cuidado en cómo me expresó del dinero y de mi situación económica.Verás por qué:
La mente es un eficaz buscador, un Google, que rastrea las palabras que el pensamiento coloca. Al pasar diariamente millones de pensamientos por nuestra mente, ésta solo rastreará las más recurrentes. Es así como, tal vez sin saberlo, ni sospecharlo siquiera, vamos acondicionando a nuestra mente, y por tanto, construyendo conductas que provocan sentimientos. Vamos moldeando nuestra vida.

Por supuesto que el mundo entero está cruzando por una severa crisis económica, pero entre más pensemos en ello y hablemos de lo mal que estamos, nuestra mente empieza a condicionarse: a aceptar como “normal” esta crisis y a conformarnos.
Nos sorprenderíamos lo rápido que funciona esto, para bien o para mal.
Por eso, la calidad de los pensamientos es directamente proporcional a la calidad de nuestra vida, en la cual el dinero, si bien no es lo es todo, influye de manera categórica.
Tampoco se trata de autoengañarnos, o de vivir un mundo rosa, inexistente.
Se trata de reconocer una realidad, sí, pero con la férrea convicción de que es una situación temporal que va cambiar.
Cuando cambiamos nuestra forma de pensar y las palabras para comunicar nuestro pensar y sentir, estamos transformando nuestra vida.
No es fácil.
Es un ejercicio que requiere dedicación, esfuerzo, paciencia y, sobre todo, constancia.
Sólo así estaremos acondicionando a nuestra mente a generar nuevos esquemas de pensamiento, a ver nuevas salidas y a encontrar soluciones.
¿Te ha pasado que te duermes con un problema y, mágicamente, te despiertas con la solución? Bueno, pues no es magia. Es tu mente trabajando para solucionar la encrucijada, y el subconsciente se empeñó toda la noche hasta que encontró la respuesta. Esto es igual.

El dinero es una consecuencia de nuestro pensar, tal y como el cuerpo es una consecuencia de nuestra salud: entre más vigilo lo que como, lo ejercito, le doy descanso, lo hidrato y, en general, lo cuido, el más probable que mi salud sea mejor.
Confiemos en nuestro instinto: la mente es más poderosa de lo que creemos. Enseñémosla. Si es necesario “resetearla”, hagámoslo.
Impide que te consuma la desesperación, la impaciencia o la tristeza.
Aleccionemos a la mente a crear, construir y solucionar problemas.
Repito: no es fácil. Es un ejercicio que requiere dedicación, esfuerzo, paciencia y, sobre todo, constancia.
Un pensamiento correcto es aquel que te hará sentir alivio y esperanza.
Aprende a detectarlo.
Lo demás, no sirve. Deséchalo, y regresa a concentrarte en lo importante.
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