Querer no siempre es poder
Érika Rivero Almazán / DIRECTORA DE MÁS SANA
Nos duele el corazón, se nos parte en dos y es como sentir la carne viva, expuesta, sin protección. Estar vulnerable, en completa indefensión… ¿Quién no se ha sentido así alguna vez en su vida? Y escuchamos los consejos: “tú puedes salir adelante”, “querer es poder”, “lo que no te mata de fortalece”… Pero en ese momento de infierno, ¿quién puede dar crédito a la leyenda del Ave Fénix?
Por eso las historias de quienes vencieron la adversidad son tan apasionantes e inspiradoras. ¿De dónde sacaron su fuerza? Sus respuestas suelen ser las mismas: el amor a los hijos, a la pareja, a la familia, a la vocación, a la profesión y hasta a la vida misma. Pero creo que antes hubo un cambio en el interior de estos héroes. El poderoso motor que utilizaron fue su mente, pues es ahí en donde se estructuran todos los pensamientos y sentimientos.
Cuando estos héroes se enfrentaron a la adversidad, necesariamente hicieron una transformación de su pensar: sabían que estaban en peligro, en la indefensión total, pero tomaron la decisión de cambiar su percepción de la realidad. Y lo hicieron pronto. Lo antes posible. No permitieron que el cáncer se expandiera.
Así, si la idea cambia, el sentimiento de pérdida también se transforma. Y ese sentimiento —llamémosle positivo– forzosamente impulsa a tomar acciones. Porque la emoción es el combustible de la mente: la anima y la motiva. Por tanto, una vez teniendo la mente ocupada, el sentimiento innovado y tomando acción, la persona empieza a tomar consciencia de que las cosas pueden ser diferentes y mejores.
Claro que se necesita valor, suerte y oportunidad, pero lo más importante es estar dispuestos a transformarnos desde adentro: desde la mente. Otros también lo llaman consciencia. Y para llegar a este punto se requiere determinación. Aferrarnos a esta idea “positiva”, de solución, y no soltarla hasta que realmente estemos fuera del sufrimiento o del problema. Y esto ocurre porque estamos convencidos de que no queremos permanecer en el sufrimiento, en la carencia.
De lo contrario, por más que le “echemos ganas”, es difícil y en ocasiones imposible resurgir de las cenizas. Pero antes hay que hacernos unas preguntas honestas: ¿De verdad quiero salir de mi dolor? ¿En verdad quiero dejar a esa pareja? ¿Quiero curarme de esa enfermedad? ¿Quiero salir de mi precaria situación económica? ¿O soy la víctima ideal de mí?
¿Cuántas veces nos quejamos de nuestra desgracia, pero poco o nada hacemos para cambiar nuestro destino? Es cuestión de abrir tu mente, cambiar tu pensamiento, desechar creencias y tomar acciones. Porque es viable y completamente posible ser feliz.
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