Liliana Manzano / GERIATRA Y GERONTÓLOGA
Nos convertimos en padres a medida que vamos transformando nuestras vidas en torno a la crianza, el amor y la protección que les brindamos a nuestros hijos. Así, aceptar y asumir la responsabilidad que implica el tener un hijo es lo que nos vuelve padres, y no el hecho aislado de procrear.
Esa responsabilidad es nuestro honor y de nadie más. Los abuelos, nadie puede negarlo, son una parte importante en la vida de los hijos y de los padres, pero si su cercanía y confianza los lleva a trasgredir ciertos límites, pueden echar abajo el programa de valores y normas que los progenitores les inculcan a los niños para que crezcan sanamente. Dicen que “cuando los abuelos entran por la puerta, la disciplina vuela por la ventana”, y debemos actuar precisamente en el momento en el que dejan de aportar su sabiduría para convertirse en figuras perjudiciales generadoras de conflictos y confusión en los niños.
Hay muchos tipos de abuelos, desde los más cariñosos hasta los más insoportables y complicados, pero los verdaderamente tóxicos son los que se meten en todo, los competidores, los despegados y los abusivos.
Existen tres normas básicas que todo padre o madre debería conocer —y, por supuesto, seguir– para sobrellevar de la mejor forma posible a estos abuelos problemáticos con los que no se puede, por una u otra razón, romper el vínculo:
- Aprender a ponerles límites.
- Ser asertivo y nunca condescendiente con ellos.
- Aceptar el apoyo que brindan a tu familia, pero siempre cuidando la integridad de esta.
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