Érika Rivero Almazán / DIRECTORA DE MÁS SANA
La infidelidad trastoca lo más vulnerable de nuestro interior, ahí donde habitan la seguridad, integridad, lealtad, esperanza y los valores y creencias establecidos en la crianza. Por eso duele tanto y nos cuesta tanto reponernos. El dolor puede ser tan ensordecedor que la mayoría de las veces nos impide escuchar el mensaje oculto de una infidelidad, y resulta más cómodo culpar al otro por sus fallas y su traición que atrevernos a acepar la realidad: uno también falla. Tanto o más que el infiel.
Algunas constantes para que se dé el caldo de cultivo de una infidelidad:
- Minimizar el problema y el distanciamiento. El conflicto existe y persiste desde hace tiempo. El hartazgo y la indiferencia han entrado por la puerta principal, y la infidelidad es sólo una consecuencia de la falta de atención y acción de la pareja para reparar el daño.
- Dejar pasar el tiempo. Las parejas piensan que después tendrán tiempo para disfrutar, atenderse, arreglar las diferencias y desaparecer las distancias. Así se pospone la reconciliación, eclipsada por el exceso de trabajo, las obligaciones o cosas “más importantes”.
- Concepto equivocado del amor. Algunos compran la idea de que el amor emerge porque sí, pero en la realidad implica tiempo, esfuerzo, atención y observación constante del ser amado. Es la necesidad de conocer los anhelos y temores del otro, de descubrir cómo hacerlo reír y sentir bien, de contribuir a su felicidad.
- Dar por hecho que la pareja debe hacer las cosas porque son su responsabilidad, es un error que va lastimando la relación. La exigencia y la obligación ahoga hasta al mejor intencionado.
- No saber expresar lo que queremos y sentimos. Lastimamos y nos lastiman por ignorancia y falta de comunicación. Pedir lo que necesitamos con amor y a tiempo es la solución. El orgullo sólo estorba y agranda el conflicto.
- Los lugares vacíos se llenan. La tercera persona llega porque el lugar de la pareja está desocupado. Así de fácil. Cuando una pareja está comprometida, es fuerte y conserva el rigor de mantener la cercanía emocional, la infidelidad no sucede.
- Reconocer las propias fallas. Pueden ser muchas las causas, pero una infidelidad ocurre porque la pareja falló. Ambos. No importa quién cargó con más culpas. El resultado es el mismo.
- Lección dolorosa de aprendizaje. Tras la experiencia de una infidelidad es muy probable que la pareja desee seguir junta, sanar las heridas y enmendar los errores. Si supera el desafío del borrón y cuenta nueva, se volverá más fuerte. Este escenario es viable cuando el infiel se arrepiente y se compromete a no caer en la misma falta, mientras que la otra persona supera la infidelidad y corrige la conducta que llevó al otro a alejarse.
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