
En los últimos años, ha crecido un fenómeno cultural poco explorado: adultos de entre 30 y 40 años que destinan grandes cantidades de dinero, tiempo y energía a hobbies tradicionalmente asociados con la infancia, como juguetes coleccionables, figuras de acción, cómics, discos, videojuegos retro o asistir a conciertos y eventos temáticos. Estos aficionados, a quienes algunos llaman “niñombres”, representan un segmento que combina nostalgia, cultura pop y consumo emocional.
Causas del fenómeno
- Nostalgia y recuerdos de la infancia: Muchos buscan reconectar con experiencias positivas de su niñez. “Comprar el juguete que siempre quisiste o ir al concierto de tu banda favorita te transporta a momentos felices”, explica un psicólogo especializado en comportamiento del consumidor.
- Cultura de coleccionismo y fandom: La expansión de la cultura geek y friki ha legitimado hobbies que antes se consideraban infantiles. Eventos como Comic-Con, ferias de juguetes y conciertos retro consolidan comunidades donde la adultez y la afición se combinan.
- Estabilidad económica y poder adquisitivo: Al contar con ingresos propios, estos adultos pueden invertir en artículos de colección que tienen alto valor monetario y emocional, algo que no era posible en su juventud.
- Vínculo social y comunidad: Más allá del objeto en sí, el coleccionismo permite crear redes de interés compartido, intercambiar conocimientos y establecer lazos con personas de gustos similares.
- Escape y entretenimiento: En un contexto de estrés laboral y responsabilidades familiares, los hobbies relacionados con la infancia ofrecen una vía de desconexión y diversión, sin las presiones del día a día.
Impacto cultural y económico
Este fenómeno no solo refleja cambios en los patrones de consumo, sino que también dinamiza mercados específicos, desde tiendas de juguetes y vinilos hasta experiencias exclusivas y subastas. Empresas y marcas han identificado en estos “niñombres” un segmento rentable y leal, dispuesto a pagar por autenticidad y experiencias únicas.
El fenómeno de los adultos que coleccionan demuestra cómo la línea entre infancia y adultez se difumina, mostrando que los intereses y pasiones no tienen edad, y que invertir en recuerdos y hobbies puede ser una forma de bienestar emocional y expresión personal.
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