Nacidos entre 1997 y 2012, los jóvenes de la Generación Z, también conocidos como Centennials, se han convertido en los protagonistas de una nueva era de movilización social. Son la primera generación completamente nativa digital, y eso los ha dotado de herramientas inéditas para organizarse, difundir mensajes y desafiar estructuras de poder a una velocidad nunca antes vista.

A diferencia de generaciones previas, los Z no se identifican con partidos ni ideologías tradicionales; su activismo surge del hartazgo ante la desigualdad, la corrupción, la crisis de expectativas y la desconfianza en las instituciones. En un contexto global marcado por el desempleo juvenil y la falta de oportunidades, su protesta se expresa con un tono pragmático y creativo.

Su principal fuerza reside en el activismo digital, que aprovecha plataformas como TikTok, Instagram y Discord para coordinar acciones, evadir censura y generar narrativas colectivas en tiempo real. Las protestas se vuelven así “líquidas”, sin líderes centralizados, pero con enorme capacidad de impacto global.

En esta generación, la cultura pop también cumple un papel simbólico. Los memes y referencias a series o videojuegos se transforman en lenguaje político. Un ejemplo claro es la adopción de la bandera pirata del anime One Piece como símbolo de rebeldía, libertad y resistencia ante la corrupción.

Recientemente, dos movimientos reflejan este fenómeno:

• Nepal (septiembre de 2025): miles de jóvenes protagonizaron la llamada “Revolución de la Generación Z”, después de que el gobierno intentara restringir las redes sociales. La protesta, motivada por el desempleo y la corrupción, derivó en la renuncia del primer ministro y el incendio del Parlamento.
• México (noviembre de 2025): inspirados por el caso nepalí, jóvenes mexicanos convocaron marchas nacionales —como la del 15 de noviembre— para exigir transparencia, combatir la impunidad y denunciar la infiltración del crimen organizado en la política.

Con celulares en mano y un lenguaje propio, la Generación Z está redefiniendo la manera de hacer activismo: sin jerarquías, sin fronteras y con la convicción de que las redes sociales pueden ser el nuevo espacio para la revolución ciudadana.