Aprender a identificar señales propias y ajenas, preguntar antes de asumir y expresar emociones de forma clara y calmada son pasos clave para mejorar la calidad de las relaciones

Redacción Más Sana

La inteligencia emocional se ha consolidado como un factor fundamental para construir relaciones personales saludables, sostenibles y satisfactorias. No se trata solo de reconocer emociones propias y ajenas, sino de gestionarlas de manera efectiva para mejorar la comunicación, resolver conflictos y fortalecer vínculos.

Expertos en psicología destacan que las personas con alta inteligencia emocional tienden a escuchar activamente, mostrar empatía y adaptarse mejor a situaciones difíciles, lo que facilita la resolución de desacuerdos y previene malentendidos en la familia, la pareja y el entorno laboral. Además, la capacidad de manejar emociones negativas como la ira, la frustración o los celos contribuye a reducir tensiones y evitar conflictos innecesarios.

La inteligencia emocional también impacta en la confianza y la conexión interpersonal. Reconocer las emociones de los demás y actuar con consideración fortalece los lazos afectivos y fomenta un ambiente de respeto y colaboración. Por el contrario, ignorar o reprimir emociones puede generar distancia, resentimiento y problemas de comunicación.

Especialistas recomiendan prácticas como la autorreflexión, la meditación y la comunicación asertiva para desarrollar la inteligencia emocional. Aprender a identificar señales propias y ajenas, preguntar antes de asumir y expresar emociones de forma clara y calmada son pasos clave para mejorar la calidad de las relaciones.

En resumen, la inteligencia emocional no solo mejora la vida personal, sino que transforma la manera en que interactuamos con los demás, fomentando relaciones más sanas, comprensivas y duraderas.