
Más allá de las etiquetas —moda, tendencia, placebo o terapia—, la expansión de estas prácticas evidencia una necesidad latente: recuperar una relación consciente con el cuerpo y las emociones.
Revista Más Sana
En los últimos años, prácticas como el reiki, la terapia con cristales, el tapping y la meditación guiada han pasado de ser consideradas “esotéricas” a integrarse en rutinas de bienestar de miles de personas alrededor del mundo. Su creciente popularidad plantea una pregunta crucial: ¿estamos ante una solución efectiva para el manejo emocional o frente a una moda sin sustento científico?
Una búsqueda de equilibrio en tiempos de saturación
Vivimos en una época caracterizada por altos niveles de ansiedad, insomnio, fatiga crónica y sobrecarga mental. En este contexto, no sorprende que muchos adultos —cansados de soluciones médicas insuficientes o tratamientos invasivos— estén recurriendo a métodos que prometen restablecer la armonía entre cuerpo, mente y energía.
La llamada “sanación energética” propone intervenir no solo en los síntomas visibles del malestar, sino en sus posibles causas emocionales profundas. ¿Cómo? A través de prácticas que trabajan con el sistema energético del cuerpo humano, concepto presente en culturas ancestrales pero aún debatido en el ámbito médico contemporáneo.
¿Qué propone la sanación energética?
Aunque cada técnica posee fundamentos y métodos distintos, todas comparten una premisa: las emociones, los pensamientos y la energía vital influyen en nuestra salud integral. A continuación, algunas de las terapias más difundidas:
- Reiki: Técnica japonesa de imposición de manos que busca canalizar energía universal para promover equilibrio emocional y físico.
- Terapia con cristales: Emplea minerales como cuarzo, amatista o turmalina para armonizar los centros energéticos del cuerpo.
- Tapping (EFT): Estimula puntos de acupresión mediante golpeteos suaves combinados con frases de liberación emocional.
- Meditación guiada: Utiliza recursos auditivos o visuales para inducir estados de relajación profunda y autoobservación.
¿Qué dice la ciencia?
Aunque aún no existe consenso absoluto en la comunidad científica, algunos estudios han documentado beneficios significativos en la reducción del estrés, la ansiedad y el dolor percibido, cuando estas prácticas se usan como complemento a la atención médica tradicional.
Diversas universidades e institutos de salud han comenzado a estudiar estas técnicas desde una perspectiva más abierta, aunque advierten que no deben sustituir el tratamiento médico o psicológico convencional.
Entre la necesidad de contención y el poder de lo simbólico
Parte del efecto positivo que experimentan quienes practican sanación energética puede explicarse también desde lo simbólico y lo emocional: espacios donde el silencio, la atención plena y el contacto físico no invasivo generan una sensación de seguridad, pertenencia y escucha.
En sociedades cada vez más digitalizadas y aceleradas, donde las consultas médicas duran escasos minutos y las emociones suelen reprimirse, estas prácticas ofrecen una pausa profunda y una narrativa de sanación más holística.
Una integración sin dogmas
Para quienes desean explorar la sanación energética sin caer en extremos, los especialistas recomiendan:
- Informarse adecuadamente sobre el origen y el enfoque de cada práctica.
- Elegir terapeutas certificados, con formación seria y ética profesional.
- Usarlas como complemento, nunca como sustituto de terapias clínicas, especialmente ante cuadros graves o trastornos diagnosticados.
- Observar el efecto personal: si mejora tu calidad de vida, tu descanso, tu estabilidad emocional, podría ser una herramienta válida.
Reflexión final
Más allá de las etiquetas —moda, tendencia, placebo o terapia—, la expansión de estas prácticas evidencia una necesidad latente: recuperar una relación consciente con el cuerpo y las emociones. En tiempos de automatización y desconexión, escuchar la dimensión energética del ser humano puede ser, si no una solución, al menos un punto de partida para sanar desde adentro.
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