
En lugar de preguntarse si se está a tiempo, la invitación es a preguntarse si lo que se está haciendo responde a un deseo auténtico o a una imposición cultural.
Redacción Más Sana
En una época donde todo parece medirse en logros, plazos y productividad, una sensación compartida recorre a millones de personas adultas: la idea de que no están “llegando a tiempo”. Ya sea a los 25, 30 o 40 años, muchos sienten que están atrasados respecto a una serie de expectativas que, aunque no siempre explícitas, pesan como si fueran reglas escritas.
Casarse, tener hijos, comprar una casa, alcanzar el éxito profesional o económico… son metas que social y culturalmente se asocian con la adultez. Sin embargo, no todos las logran al mismo ritmo, y eso genera una angustia silenciosa: ¿estoy fallando? ¿me estoy quedando atrás?
El reloj invisible
La psicóloga clínica Ana Estrada explica que esta sensación responde a un “guion social de vida”, es decir, una narrativa colectiva que establece qué debe lograrse a determinada edad. “Cuando no cumplimos con ese guion, se activa una sensación de ansiedad o fracaso, aunque estemos satisfechos con otras áreas de nuestra vida”, señala.
Las redes sociales también juegan un papel clave. Ver cómo otros comparten logros personales o profesionales puede provocar una comparación constante, muchas veces injusta, pues cada historia es distinta.
El impacto emocional
Este fenómeno tiene consecuencias directas en la salud mental. Puede generar estrés crónico, baja autoestima, cuadros de ansiedad e incluso depresión. “La presión de cumplir con expectativas externas a menudo nos desconecta de nuestras verdaderas prioridades y deseos”, indica Estrada.
En otros casos, lleva a tomar decisiones apresuradas con tal de “alcanzar” metas impuestas: relaciones no deseadas, cambios laborales forzados o endeudamiento por aparentar estabilidad.
Una nueva mirada a la adultez
Cada vez más voces promueven un enfoque más flexible de la vida adulta. La terapeuta mexicana Mónica Saldaña subraya la importancia de redefinir el éxito personal: “No existe una única forma de ser adulto. Ser adulto también es aprender a soltar la comparación y validar los propios procesos”.
En lugar de preguntarse si se está a tiempo, la invitación es a preguntarse si lo que se está haciendo responde a un deseo auténtico o a una imposición cultural.
El camino propio
Renunciar al “deber ser” no implica conformismo, sino conciencia. Replantear las metas puede ser liberador y más saludable. Así, el camino hacia una vida plena no se mide por relojes ni fechas límite, sino por la conexión con lo que realmente se quiere.
Porque, al final, quizás nunca se trata de llegar a tiempo… sino de llegar a donde realmente queremos ir.
Categorías:Sin categoría













