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¿Alfas, betas u omegas?: repensar la masculinidad desde una mirada crítica y simbólica


Al contrastar estos arquetipos con realidades contemporáneas, se abre el debate sobre qué significa hoy ser hombre, y cómo deconstruir un modelo que muchas veces daña tanto a quienes lo ejercen como a quienes lo padecen.

Redacción Más Sana

En tiempos donde el concepto de masculinidad se encuentra en transformación, reaparece una clasificación simbólica que divide a los hombres en categorías jerárquicas según su rol social, actitud frente al poder y relación con los demás. Aunque inspirada en viejos estereotipos —como la figura del “macho alfa”—, esta tipología ha sido resignificada por voces críticas para reflexionar sobre las estructuras patriarcales, el liderazgo, y las nuevas formas de ser hombre en el siglo XXI.

El “hombre alfa”: entre liderazgo y dominación

Tradicionalmente, el hombre alfa ha sido representado como dominante, seguro, influyente. Es quien lidera, impone o protege, dependiendo del contexto. En el imaginario colectivo, esta figura puede abarcar desde un líder carismático o humanitario hasta un déspota controlador, que ejerce poder desde la imposición o el miedo.

Su presencia ha sido celebrada y temida en igual medida, al ser símbolo de éxito y fortaleza, pero también de rigidez emocional y resistencia al cambio.

Los betas: seguidores del orden establecido

A menudo definidos por su rol secundario, los hombres beta funcionan como piezas funcionales dentro de sistemas jerárquicos. Son los que obedecen, ejecutan y sostienen al alfa. Aunque pueden parecer discretos o sumisos, representan una masculinidad que muchas veces elige la comodidad de las reglas por encima del cuestionamiento. En este modelo, el poder no se confronta, sino que se reproduce.

Omegas: los relegados del sistema

En el extremo opuesto, los hombres omega simbolizan a los marginados, los que no encajan ni lideran ni siguen. Son los más vulnerables dentro de esta simbología jerárquica: los que el sistema explota, ignora o castiga. En una lectura crítica, el omega no es inferior por naturaleza, sino el resultado de estructuras que clasifican, desechan y silencian a quienes no cumplen con las expectativas tradicionales del “hombre exitoso”.

Zetas: una masculinidad en reconstrucción

Pero hay una figura emergente que rompe con todos los esquemas: el hombre zeta. Esta categoría simbólica describe a una nueva generación de hombres —no solo jóvenes— que cuestionan los modelos heredados, renuncian al poder entendido como dominio, y se orientan hacia la justicia emocional, la transformación personal y el respeto por la diversidad.

El zeta no busca liderar ni obedecer ni huir del sistema: busca cambiarlo. Su masculinidad no se define por la fuerza, sino por la reflexión, la empatía y la voluntad de construir relaciones horizontales y saludables. En lugar de competir, coopera. En lugar de mandar, escucha.

Más que etiquetas, una invitación a pensar

Aunque esta clasificación no debe tomarse de forma literal ni rígida, su valor reside en lo que revela sobre las expectativas impuestas a los hombres en distintas culturas y momentos históricos. Al contrastar estos arquetipos con realidades contemporáneas, se abre el debate sobre qué significa hoy ser hombre, y cómo deconstruir un modelo que muchas veces daña tanto a quienes lo ejercen como a quienes lo padecen.

En medio de crisis de identidad, luchas por la equidad de género y cuestionamientos profundos sobre el poder, el surgimiento del “zeta” representa una oportunidad: abandonar las jerarquías y abrazar nuevas formas de masculinidad más libres, conscientes y humanas.

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