La provincia de Quebec, en el este de Canadá, es un muy disfrutable enclave de cultura y tradiciones galas.
ENRIQUE DELFÍN / VIAJERO INCANSABLE

Francia no queda tan lejos, o al menos eso le queda claro a todo aquel que viaja a Quebec, una de las diez provincias de Canadá. Se trata de un vasto territorio en el que la lengua y la cultura galas llegaron para quedarse en el siglo XVI, al que los turistas suelen llegar después de hacer un largo recorrido por la vecina provincia de Ontario, que tradicionalmente inicia en las famosas cataratas del Niágara y luego pasa por la muy populosa y cosmopolita Toronto y la capital canadiense, Ottawa, ambas de raíces británicas.

Una vez en Quebec el panorama urbanístico comienza a cambiar, sobre todo al llegar a Montreal, la segunda ciudad más poblada del país y uno de los principales centros industriales, comerciales y culturales de Norteamérica, emplazada en una gran isla rodeada por dos ríos. Lo que de inmediato asombra a los visitantes es su llamativa mezcla de modernidad y tradición, pues por un lado luce con orgullo los imponentes rascacielos de su centro financiero y un vanguardista parque deportivo que albergó los Juegos Olímpicos de 1976, y por el otro conserva las huellas de su origen francés en el barrio histórico conocido como El Viejo Montreal, con calles adoquinadas y construcciones del siglo XVII en estupendo estado de conservación, en el que destaca una de sus grandes joyas, la basílica de Notre-Dame, de estilo neogótico.
En Montreal sobran los espacios para perderse: pintorescos barrios multiculturales, incontables galerías de arte y museos de clase mundial, dos gigantescos parques públicos —el Mont-Royal y el Jean Drupeau– en los que puede disfrutarse de la pródiga naturaleza canadiense, sobre todo en la breve temporada estival, y un encantador puerto antiguo —lugar favorito de los lugareños y visitantes– donde puede tomarse un barco para hacer un recorrido panorámico por toda la periferia de la ciudad.
Por supuesto que la gastronomía, las compras y los espectáculos y festivales de diversas temáticas son otros de los muchos atractivos de una ciudad que bien merece una estancia de al menos una semana… ¡para no olvidarse jamás! •••
La fascinante ciudad de Quebec

A tres horas de distancia de Montreal, viajando en un cómodo tren desde el que pueden apreciarse espectaculares vistas de la campiña quebequense, se encuentra la capital de la provincia y seguramente la más afrancesada urbe del continente.
La ciudad de Quebec es la única amurallada de Norteamérica y ofrece un espectáculo imperdible con su casco antiguo, su ciudadela que conserva intacto un fuerte construido para su defensa, una terraza peatonal que permite observar desde las alturas el río San Lorenzo y “el hotel más fotografiado del mundo”, el Château Frontenac, con su pinta de castillo francés.

Bandera de Quebec
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