Tarotista, Tetha Healer y Terapeuta Floral
Un adulto es creador de su propia abundancia, porque está basada en él mismo y en la sensación que tiene al multiplicarla y compartirla con los que lo rodean.
El primer contacto con la abundancia fue en el vientre materno, pues está comprobado que el cuerpo alimenta al embrión sin importar que la madre no ingiera alimento, ya que toma lo que requiere de sus propios huesos y músculos para dárselo al feto. En esta etapa de nuestra vida recibimos todo sin tener que pedirlo.
El segundo contacto con la abundancia viene en los primeros tres meses de vida, cuando las conexiones cerebrales están sumamente receptivas y empiezan a dejar huellas profundas que dictarán nuestro autocuidado en la vida adulta. Aquí toma mucha importancia si nos cobijaron en el frío, si nos atendieron cuando tuvimos dolor, si nos dieron de comer cuando sentimos hambre, si nos dieron el amor y los mimos necesarios… ¡en fin!
Según explica el análisis transaccional creado por el doctor Eric Berne, estas dos etapas dejarán huellas imprescindibles que formarán nuestra personalidad y la manera en la que traducimos la abundancia en nuestra vida. Aquí estamos escribiendo parte de nuestro guión de vida, según vamos traduciendo nuestro entorno, decidiendo si somos merecedores o no de esa abundancia y si tendremos la capacidad de pedirla, buscarla y vivirla.
Sin duda alguna el guión de vida puede ser reescrito, y es nuestra obligación de adultos replantearnos constantemente cómo queremos vivir y qué tenemos que hacer para conseguirlo.
Desde la Hellinguer Ciencia (fundamento de las nuevas constelaciones creadas por Bert Hellinger), la abundancia arcaica o primaria implica esperar recibir todo sólo con pedirlo, sin hacer nada, o recibir sólo porque soy yo, porque lo necesito. En algunos casos esto puede funcionar, ya sea porque mis oraciones surten efecto o porque he aprendido a manipular para obtener, pero en ambos casos estoy totalmente infantilizado.
Y es que ser abundante, vivir abundante, sentirte abundante es una postura ante la vida; un adulto es creador de su propia abundancia, porque está basada en él mismo y en la sensación que tiene al multiplicarla y compartirla con los que lo rodean.
Existen dos pasos importantes para ser abundante desde un estado adulto:
Poder agradecer me permite devolver y reconocer a otros lo que me han dado; así me equilibro y estoy completo. Esa es la abundancia: que no falte nada.
Saber dar y recibir. Para que esto pueda suceder de una manera sana, requerimos haber trabajado sensaciones negativas como “yo nunca recibo lo que pido o lo que quiero”, “siempre doy de más y yo nunca recibo”, entre otras. Cuando yo doy y recibo desde una manera sana no me vacío; por el contrario, tengo suficiente para mí.
Estos primeros pasos pueden ser muy confrontantes, ya que están totalmente relacionados con los dos primeros momentos de abundancia señalados anteriormente; de ahí la importancia de trabajar esta primera infancia en terapia, de ser necesario.
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