
En medio de un entorno natural, donde el sonido del viento se mezcla con el trote de los caballos, niños y jóvenes con distintas condiciones neuromotoras encuentran una nueva forma de rehabilitación: la equinoterapia. Esta práctica, que combina movimiento, conexión emocional y contacto con la naturaleza, ha demostrado beneficios comprobados a nivel mundial para mejorar la coordinación, el equilibrio, la fuerza muscular y la atención.
La terapeuta Susana Herrada, especialista del Centro de Equinoterapia del CEPOSAMI, explica que este tipo de terapia está dirigida principalmente a pacientes con parálisis cerebral, autismo, TDAH, síndrome de Rett y accidentes cerebrovasculares. “El caballo transmite calor, energía y movimiento. Su marcha es muy similar a la del ser humano, y al montar, el cuerpo del paciente imita ese patrón, estimulando el cerebro y los músculos para aprender o recuperar funciones motoras”, comenta.
Uno de los aspectos más fascinantes de la equinoterapia es la sincronización entre el cuerpo humano y el del caballo. Según Herrada, el ritmo cardíaco del animal se asemeja al del ser humano, lo que genera un estado de calma y bienestar emocional. “Cuando el paciente supera el miedo inicial y se adapta al movimiento del caballo, se crea una conexión energética y emocional que facilita la rehabilitación”, añade.
Más allá del ámbito físico, los beneficios también son psicológicos y sociales. En el caso de los pacientes con trastornos del espectro autista, la equinoterapia contribuye a mejorar la atención, la socialización y la comunicación. “Es una terapia al aire libre, no dentro de un cubículo. Los niños abren sus sentidos, se relajan, y poco a poco se sienten seguros y felices en este entorno natural”, explica la terapeuta.
El Centro de Equinoterapia del CEPOSAMI ofrece este servicio como parte del programa integral de rehabilitación infantil. Los pacientes deben contar con una valoración médica y psicológica previa, que determine si son candidatos a la terapia. Una vez aprobados, los niños comienzan un proceso personalizado con terapeutas especializados y caballos entrenados, entre ellos Duval, un ejemplar donado por el gobernador de Puebla.
Actualmente, el centro trabaja con tres caballos y un equipo multidisciplinario de profesionales que acompañan cada sesión. Aunque algunos niños llegan llorando o con miedo, el progreso es notorio con el paso de las semanas: “Verlos caminar por primera vez o sonreír sobre el caballo es algo que no tiene precio”, concluye Herrada.
La equinoterapia se consolida así como una alternativa terapéutica efectiva y humana, que combina ciencia, empatía y la nobleza del caballo para mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan.
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